Recorrí la calle
larga habilitada para el mercado sabatino de Guarenas;
me coleé entre sus
olores y colores.
Era diferente,
estaba de visita un camión 350 atiborrado de jojotos;
más allá cestas y
pilas con esa geometría de pueblo.
Me sonreían esas
mazorcas, les presté atención y decidí llevarme un par de docenas
a casa.
Llevé también
queso, huevos y llegando al límite del mercado, aguacates a 5, en
efectivo.
Llegué a casa,
estaba el sartén, el molino, había aceite y gas.
Pero faltaba ella…
y l fogón, el patio de tierra, el canto del gallo, el trinar de los
pájaros, las flores silvestres, y el bloque debajo de la mata de
mangos con el plato de peltre.
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